Por Daniela Navas
Aunque desde hace más de un año hemos leído sobre cómo ha sido afectada el área artística en todo mundo, pocos conocen de cerca los cambios en las rutinas y formas de trabajar de un músico, para muchos de ellos estas alteraciones se han producido de forma gradual y natural entendiendo que la tecnología, las redes sociales y el teletrabajo son los únicos medios para expresar su arte durante el confinamiento.
Pero el proceso de adaptación no fue sencillo, en el camino algunos músicos perdieron la motivación e incluso la incompatibilidad con la tecnología se convirtió en un obstáculo que les impidió seguir creciendo como profesionales, viéndose forzados a conseguir otras formas de manutención. La tecnología lleva décadas formando parte de nuestras vidas y a pesar de su auge una gran parte de la población solo ve en ella una herramienta complementaria, por supuesto estas circunstancias varían según el país donde nos encontremos.
Para los músicos, los recitales y conciertos en los teatros fueron sustituidos súbitamente por una infinidad de propuestas audiovisuales; como conciertos digitales, clases en linea a través de distintas plataformas y múltiples proyectos. La experiencia de asistir a una sala de concierto, presenciar la afinación de una orquesta, aplaudir al director a su entrada y esperar el silencio, es ahora parte de un agradable recuerdo.
Después de superar las brechas tecnológicas que abruman a la mayoría de los músicos, aquellos dedicados a la docencia deben adecuar sus actividades a una nueva dinámica para clases individuales o particulares, las cuales experimentan una limitada cercanía con los alumnos y viceversa, muchas veces debido a las fallas en las conexiones de internet o medios tecnológicos como cámaras, micrófonos, computadoras y teléfonos inteligentes. Por otro lado las constantes grabaciones en el hogar debieron adaptarse a los horarios aptos para ello, reduciéndose a la media noche o tempranas horas de la madrugada.
Pese a todos los inconvenientes y después de dedicar muchas horas para obtener un buen resultado desde sus hogares; las quejas por parte de los vecinos no se hacen esperar y algunos con una“nota”adherida a la puerta de la vivienda manifiestan su desagrado. A pesar de esta situación es de gran alivio descubrir que otros disfrutan tanto de la música que se alegran cuando perciben un instrumento musical en su ambiente, se muestran entusiastas cada vez que se cruzan en los pasillos o escaleras comentando, ¿cuando será el próximo ensayo? Definitivamente son el tipo de personas que todo músico quisiera tener de vecino.
La problemática de trabajar en casa radica en el hecho de adecuar los hogares a las distintas actividades que solían realizarse en teatros, salones de ensayo y salas de concierto, cada espacio capacitado para un fin. Es decir, adaptar el hogar a un estudio de grabación improvisado con todas las necesidades acústicas que este requiere suele convertirse en una tarea complicada.
A pesar de que las condiciones no siempre son adecuadas y los músicos luchan con su entorno para hacer el trabajo lo mejor posible, el resultado es una expresión del arte acompañado de un gran esfuerzo que espera llegar a un público que extraña vivir la experiencia mágica que brinda la música.
Como expresión artística del ser humano la música es valorada por un inmenso público que espera con ansias deleitarse nuevamente en teatros, eventos sociales, festivales y muchos otros espacios para su difusión. La experiencia de una presentación en vivo es difícil de reemplazar y aunque los tiempos cambien y las adversidades modifiquen nuestras costumbres, la esencia de la música en vivo, las emociones que despierta en las personas y la necesidad de cercanía con los artistas siempre será un momento“único”para el espectador.