
Necesito reconectarme contigo, de mi mente no sale aquel encuentro, donde ambos nos fundimos como dos gotas de agua en un arroyo. Extraño la sal de tu sudor, el PH de tu saliva, la dulzura de tus labios, el aroma a lavanda de tu cabello, la suavidad de tu piel, el calor de tus manos, el azucar de tus pezones, el agridulce de tus lágrimas, la violencia de tu cadera, el desenfreno de tus piernas, la melodía de tus gemidos, la fuerza de tus brazos al tratar de retenerme para que no me fuera, pero sobre todo… extraño la franqueza de tu ser y la honestidad de tus sentimientos.
Recuerdo que aquella noche en la que nuestras almas se entrelazaron, no esperábamos nada el uno del otro, fue una entrega honesta, sin rodeos y sin ataduras. A la mañana siguiente allí estabas, esperando a que me despertada, sentada, con aquella camisa que yo vestí, no querías dejarme ir… ¿por qué no me quedé? Ha pasado un año y no me lo perdono, pero juro que si volvemos a conectar, me quedaré allí conectado y no me gusta usar la palabra “siempre”, pero apuesto mi corazón a que se requerirá una fuerza muy superior para poder desconectarnos.

Mientras, pierdo a pulso el corazón cuando esa imagen tuya sentada en aquel taburete, con mi camisa, descalza, con tus piernas listas para enlazarme nuevamente y ese perfume irresistible inundando cada rincón. Me persigue esa imagen y no encuentro donde esconderme, cierro los ojos y allí estás. Extraño cuando me rozabas con las puntas de tus senos y me hacías deliciosas cosquillas, echo de menos cuando tu calor inundaba la frialdad de mí Ser y anhelo sentir esa punta de lanza que es tu lengua, rasgando mi piel. Pero lo que más me produce nostalgia es compartir todos los detalles de mi vida contigo. ¿Qué hice cuando me fui? Y ahora… ¿cómo te vuelvo a encontrar?.