Venezuela ocupa el séptimo lugar entre los países con la mayor biodiversidad del mundo. Se ubica en la quinta posición del planeta con el mayor número de especies de aves, la séptima posición en número de plantas, el noveno lugar en anfibios, la cuarta con más especies de peces de agua dulce y además figura entre las naciones con la mayor variedad de mariposas. El Parque Nacional Henry Pittier, el más antiguo de Venezuela creado en 1937 y después de Canaima es quizá es el que alberga la mayor biodiversidad con sus 107.800 hectáreas, divididas en la zona boscosa y en la zona marítima, ubicado principalmente al norte del estado Aragua, incluyendo gran parte de la zona costera aragüeña y parte del área selvática de Carabobo. Es el guardián de uno de los tipos de bosques nublados más importantes de la Tierra.
En este hermoso escenario se desarrolla la historia del guardaparques Rodrigo Martínez, quien nació en El Limón, al norte de Maracay, una comunidad que colinda con el Parque Nacional Henry Pittier. De niño sus padres lo llevaban a las distintas pozas de los 13 ríos que protege el parque; también creció bañándose en las costas de Choroní, Cepe, Ocumare, Chuao y Cuyagua, que aunque muchos no lo sepan, cuentan con la protección del parque.
Trabaja en el Puesto de Guardaparques de Rancho Grande, donde también se ubica la estación biológica de Rancho Grande, en un enorme edificio que inició su construcción en los años 30 para hacer un gran hotel, pero que nunca fue culminado. Sus compañeros lo ven como un héroe o super-guardaparque, algunos por cariño le dicen “Rancho-Rambo”, haciendo alusión al conocido personaje miliar del cine (Rambo) y Rancho, por la dedicación a su puesto de trabajo.
Es especialista en la prevención de incendios y sabe que el fuego es enemigo de la biodiversidad. “Para evitar los incendios está prohibido hacer fogatas con leña, ustedes solo pueden cocinar con equipos especiales a gas. Además de talar árboles ese tipo de fogatas ocasiona incendios, donde ustedes mismos pueden morir. Observan esa ave de vivos colores rojo y verde, es un Sorocua Acollarado, y este es uno de los pocos parques en el mundo donde se puede ver, pero los incendios destruyen los árboles que les sirven de hogar”, comentó a un grupo de excursionistas que planeaban encender una fogata improvisada en un área de vegetación seca.
En época de sequía, Rancho-Rambo solía realizar largos recorridos por los linderos del parque, ya que la quema de vegetación producida por los conucos que quedan en las afueras del mismo parque generan fuertes incendios, porque muchas veces las llamas al quedar descontroladas entran y devastan grandes extensiones boscosas, poniendo en peligro de extinción a numerosas especies de flora y fauna.
“Ustedes no entienden el daño que generan y la cantidad de especies de animales y plantas que se pierden con los incendios que ustedes provocan. ¿Sabían que en la flora de este parque podría estar la cura para alguna enfermedad? Además, con estas quemas, además de causar daño, pueden ir a prisión. ¿No es mejor planificar sus conucos en lugares alejados al bosque?”, le explicaba a un grupo de campesinos con la esperanza de que cambiaran sus nocivas prácticas incendiarias.
También, en época vacacional, participaba en las alcabalas que servían para controlar el acceso de visitantes al parque, ya que muchos de ellos ingresaban en estado de ebriedad, arrojando colillas de cigarro y botellas de vidrio por la ventana del automóvil, cayendo en la vegetación y provocando de esa manera pequeños incendios que luego crecen, tanto que algunas especies de flora xerofítica han desaparecido por completo gracias a los incendios.
El popular Rancho-Rambo sabía que las 500 especies de aves del parque estaban en peligro debido a los incendios, incluyendo las 22 que son endémicas. Las plantaciones del mejor cacao del mundo también estaban en riesgo, ni hablar del árbol niño, que puede alcanzar más de 40 metros de altura, albergando por si solo a otras incontables especies de otras plantas e insectos, donde además buscan refugio los monos araguatos.
En la temporada vacacional bajaba también a los operativos que se realizaban en las zonas costeras, que recibe al año millones de turistas provenientes de todo el país. Las personas suelen hacer muchas fogatas para preparar sancochos o parrillas, para ello hay zonas planificadas y construidas, pero siempre se sale control. Con mucha paciencia le recordaba a los temporadistas las reglas:
“Preparen el fuego solo en los lugares habilitados y aún así nunca lo pierdan de vista, y tengan siempre a mano recipientes con abundante agua. Nunca prendan una fogata debajo de los árboles. Verifiquen que el viento no arrastre chispas a los árboles y vegetación cercana, es esta época está seca y se prende fácil.
Al apagar el fuego háganlo con mucha agua y remuevan las cenizas para verificar que no queden brasas encendidas. Asegúrense que los restos de la fogata queden fríos y muy importante: Llévense su basura, porque además de contaminar, las latas y vidrios pueden actuar de lupa y provocar incendios”.
Gracias al esfuerzo de Rancho-Rambo y de muchos otros guardaparques, el mundialmente famoso Paso de Portachuelos está a salvo. Ubicado a poca distancia de la Estación Biológica de Rancho Grande, es el punto más bajo de la Cordillera de la Costa utilizado por las aves migratorias para entrar a Venezuela. Su importancia como ruta migratoria de aves hacia Suramérica, ha sido reconocida desde hace mucho tiempo. Es considerado como una de las zonas más ricas en especies de aves, ya que allí se han registrado cerca del 43% de las especies reportadas para Venezuela, entre ellas, un importante número de aves migratorias de Norteamérica y que luego se dispersan por todo el continente.