Comenzaba el invierno europeo por lo que decidí escapar a Nueva Orleans. Tenía un mal presentimiento y sabía que debía evitar a toda costa a Francia, España, Italia y Portugal. Algo andaba mal así que decidí cruzar el Atlántico. En mi tercera noche me di cuenta que había cambiado el frío por la humedad del estado de Luisiana, EEUU. Decidí ir a uno de tantos bares underground para escuchar algo de la música llena de duende que tanto abunda en esta ciudad. Para mi sorpresa ella estaba allí, llegó repentinamente e inundó toda la estancia con una presencia mística, misteriosa y sensual, más una mirada penetrante, de esas que te recorren el alma. ¿La conocía de algún lugar? Sin duda nuestras almas se habían topado, pero si ella seguía mirándome de esa manera nuestros cuerpos también iban a tocarse aquella noche sureña.
Pálida, sí, lo estaba, pero pálido me puse yo con su imponente presencia. Dejaba de mirarme con los ojos, pero sé que seguía observándome con sus sentidos. Yo la escudriñaba, a ratos posaba mis ojos sobre sus curvas y a ratos la miraba a través de tantos espejos que había en el local. Eran espejos con marcos fabricados en el Siglo XVIII o XIX, eso hacía que ella se viera más auténtica. Estaba vestida de negro completamente: unos pantalones de semi-cuero ajustados dibujaban sus curvas, un sueter ligero de escote en V y también negro, pero no impedía que su pequeño y bien formado busto dejase de dibujar puntas y líneas que hipnotizaban a cualquiera. El delineador en el borde de sus ojos incrementaba su aspecto misterioso, además de toques de polvo rojo en sus pómulos intentando ocultar sus ojeras. Caminaba descalza con sus zapatos de tacón rojo en la mano, lucía en sus uñas de manos y pies un esmalte rojo escarlata que brillaba y resaltaba como si fuera una herida que manaba gotas de sangre. Una vez dispuesta la escena, se colocó sus tacones que luego sonaban con un compás sensual cada vez que daba un paso en el piso de madera desgastada.
Ella caminó hacía la rockola, porque la banda aún no comenzaba a tocar, era temprano. Comenzó a sonar una agrupación moderna que tocaba una fusión entre jazz y blues, ella se colocó una capucha que le daba una forma misteriosa, casi medieval, eso no impedía que sus senos puntiagudos siguieren cortando a quien los miraba. Se paró en el medio de la pisa a moverse como una Diosa, dibujaba formas que inspiraban deseo. Nadie bailaba, todos se fueron a sentar al mismo tiempo, como si ella lo hubiera ordenado (parece que así fue). Le molestaban los zapatos, se los quitó y siguió bailando pisando pequeños charcos de licor derramado. Luego comenzó a recorrer su cuerpo con sus manos, se acariciaba las piernas y por un momento sentí que eran mis manos las que tocaban esas piernas tan bien formadas. Luego se subió un poco el sweater dejando al descubierto el ombligo. Comencé a sudar, la sangre corría a la velocidad de la luz por mis venas y era muy extraño porque los de mi clase no sudamos.
Comencé a escuchar en mi mente una voz en idioma español. Cerré los ojos y los abrí para ver si soñaba, pero las cosas empeoraban… ahora no había nadie en el bar, solo ella bailando para mí, dominándome con su mirada, estaba descalza, sus uñas de rojo escarlata dibujaban siluetas que me mareaban y ya no sonaba la rockola, sonaba una melodía medieval con aires orientales. Caí arrodillado al suelo húmedo e iba a arrastrarme hacia la pista para besar sus pies, sentía que ella me lo ordenaba, era imponente, quería dominarme y humillarme, se había adueñado de mí, estaba dentro de mi mente, sabía que era presa fácil y ¿cómo era eso posible si yo era un asesino?, así que luego reaccioné: “¿Qué diablos está sucediendo aquí?”: dije para mis adentros, hice acopio de todas mis fuerzas y tome una jarra de cerveza y me la eche encima. ¡Desperté! Y cuando vine a ver el bar estaba repleto de gente y ella sentada en la barra 5 metros a mi izquierda. ¡Alucinaba! ¿Qué clase de droga era esa mujer? O ¿qué clase de hechizo había usado? La pareja de homosexuales que estaba sentada cerca de mí me preguntó: “¿Está todo bien? ¿Necesita ayuda?”, yo los ignoré, la cerveza caía por mis mejillas. Me costaba respirar, me desabotoné tres botones de mi camisa empapada.
La vi sentada y cabizbaja tomándose un trago de algo que parecía ser vodka, ginebra o anís y cuando pasaba el trago sus ojos brillaban aún más, el pantalón se le ceñía. Varios hombres se le acercaron tratando de buscarle fiesta. Ella estaba sentada en la barra vestida de la misma forma que la había imaginado, pero con sus zapatos puestos; aquellos sujetos venían a buscarla por el lado izquierdo y por el derecho, ella no volteaba, tenía la mirada clavada en su vaso, ellos simplemente, luego de pronunciarle algunas palabras o insinuaciones volteaban al otro lado y como en una especia de trance abandonaban la zona. Insisto en que ella sabía cómo dominar a alguien con su mirada penetrante.
¿Quién era o mejor dicho qué era aquella joven? Con el paso de los siglos yo había aprendido a contenerme, pero simplemente sentía en mi mente que ella me llamaba con una voz juvenil pero madura. Me levanté del rincón donde me había escondido, me armé de valor y caminé con paso firme hacia donde ella estaba, traté que mis botas metálicas no hicieran ruido en el suelo de madera, me senté a su izquierda y la mire detenidamente. Ella, por primera vez en la noche volteó con una sonrisa de picardía, olía a jazmín y a rosas, y no era ningún perfume comercial, era algo obra de la naturaleza, también olía a… sexo ¿creo? y era un olor muy dulce, embriagante. Me miró con su boca entre abierta: ¡qué labios! Quería poseerlos, apretarlos con mis labios, probar su sabor, pero al mismo tiempo sentí temor de lo que ella podía ser capaz de hacer con esa boca.
Ella me sacó del trance: “¿Vas a mirarme toda la noche? No te lo recomiendo, puedes llegar a perder la cabeza, no importa cuán supernatural seas”, dijo con autoridad. Yo le dije: “¿Te conozco de algún lado?”… y ella respondió: “¡Qué excusa tan barata! No parece que tuvieras varios siglos encima”. Puse mis manos sobre sus hombros, con fuerza, pensé que la partiría en dos, ella era de estatura mediana y aparentaba mucha delicadeza, la hice girar hacia mí, pocos centímetros nos separaban. Comenzó a reír y dijo en tono burlista: “Ni porque nos separan escasos 5 centímetros recuerdas quien soy yo”. Acto seguido me besó, tan apretado que manchó un poco mis mejillas con su maquillaje…. Sentí al principio que me levitaba, luego comencé a quedar adormecido, mis sentidos me fallaban: ¡había sido envenenado! El lápiz labial carmesí que usaba estaba mezclado con alguna sustancia hecha con hierbas.
Ella puso sus manos alrededor de mi cabeza y me obligó a mirarla….y dijo: “Hola Christian… Christian Stewart, el vampiro, tan temible, tan feroz, 450 años de edad y ahora te tengo frágil, como un bebe entre mis manos. ¿Recuerdas cuando llegaste hace 200 años a las cosas de Cataluña? Tú y tu manada de asesinos acabaron con mi familia, con mi aquelarre. Ahora vas a pagar la factura. Qué predecibles son ustedes las criaturas sanguinolentas, cuando sufren de alguna crisis existencial buscan refugio en París, en Praga o si es invierno cruzan el océano atlántico específicamente a Río de Janeiro, Buenos Aires o… Nueva Orleans”. Me tomó por el cabello con su mano izquierda, se había colocado unos guantes marrones. Con la derecha sacó de su bolso una daga de un plateado brillante, que parecía ser muy antigua. Yo caí en trance, sabía que iba a apuñalarme de un momento a otro, pero repentinamente se abrió bruscamente la puerta del bar, entraron 5 hombres, el más alto que llevaba la delantera dijo: “Christian mi señor…. ¡Qué sucede! Estamos aquí!”, entonces acopié todas mis fuerzas y grite: “¡Son Brujas! Al ataque”. Logré presionar su brazo y le quité la daga, me preparé a enfrentarla, así no quisiera, éramos dos inmortales al borde de la destrucción, vampiro vs bruja…¿quién ganará?…
ESTA HISTORIA CONTINUARÁ…
Un humilde tributo a la obra literaria de Anne Rice @annericeauthor
Modelo: Mags Martínez @soymags
Por: Roberto C. Palmitesta R.
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