Hace 3 años que vivo en España, en Barcelona para ser exacta, mi decisión de venir a vivir aquí es una de las mejores cosas que he hecho hasta ahora. Elegí Barcelona por que el idioma no era una barrera, hablan Castellano y Catalán pero pase lo que pase siempre me entenderán (o eso creía yo). Lo curioso es que vivir aquí me ha abierto un mundo de posibilidades infinitas con respecto a idiomas y a muchas otras cosas más que jamás espere.
Cuando llegue era básicamente una princesa joven que no sabía cómo sobrevivir, sin embargo lo hice, ¿cómo? Este es el momento en que empiezo a reconocer mi lengua como mi músculo más sagrado, he subido escaleras eternas y he salido de derrumbes y problemas cavando trincheras con ella.
Es este mismo músculo el que está obligado a desarrollar cada habitante de esta tierra de Nuncajamás. Es impresionante la fuerza que toma cuando necesita luchar para salvarte lo conectada que está a tu cerebro y lo ágil que se mueve utilizando fonemas desconocidos por supervivencia, porque si bien estamos en España, Barcelona es un remolino de culturas mezcladas y sonidos extranjeros. La lengua se vuelve un arma filosa que empieza a perforar poco a poco esas barreras, una llave que abre las puertas de las que creí que me escapaba.
Llegue a Barcelona sin contactos, sin catalán, sin inglés y sin dinero y así de repente en cuestión de meses mi oído se hizo aliado con ese arma poderosa y empezó a defenderme, consiguiendo que liberásemos batallas una y otra vez, que aprendiera a repetir esos sonidos entendibles para otras culturas y así poder expresarme.
Si eres de esas personas y estas del otro lado del mundo, allí dentro de tu zona de confort creyendo que hay un lugar en el mundo que no te tenga obstáculos, no salgas, o sal y cree en la fuerza de tu lengua, en la afinidad de tu oído y ten la valentía de probarte que cada centímetro de ti tiene más que dar. No importa el lugar que elijas busca ejercitar tus herramientas, no importa que tan raro suenes al principio ni que tan pesada se te sienta esa misma lengua, ejercita la capacidad de peso que tiene ábrete a ese mundo universal de ser.
La lengua no es el castigo del cuerpo si la sabemos usar y esto lo he descubierto por el miedo a no ser entendida o a no ser escuchada, el miedo hace que nuestros sentidos despierten un sistema de alarmas que a veces vale la pena hacer sonar.
Por: Katherine Marull
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