Todos sabemos cómo es el ciclo de vida de los seres vivientes, todos sabemos que por muy contradictorio que suene, la muerte es parte de la vida, lidiamos con ella a diario de una u otra forma, todos los años vemos partir a alguien, la tristeza nos invade y según algunos se debe tanto al egoísmo del ser humano como al desconocimiento de lo que hay “más allá”. Independientemente de las creencias de cada quien sobre la dama de negro es innegable que la desaparición física de esa gente que está a nuestro alrededor siempre nos causará sorpresa, tal vez sea porque de un modo u otro pensamos que serán eternos, eternos físicamente.
Conocí a Alfredo Escalante a través de los discos de Arkangel cuando yo era un chamo, aquel tipo con barba y capa que no era un músico y cuya voz marcaba el intro de diversos temas, era algo en definitiva poco usual, más aún cuando no aparecía como manager sino como “asesor”, más adelante lo vería en el disco de “pastel de gente” (bajo el mismo “cargo”, definitivamente este tipo era algo particular, pensaba, recuerdo que cuando preguntaba a mis padres o a la “gente mayor” si sabían quién era él inmediatamente una sonrisa les iluminaba los rostros mientas contestaban afirmativamente y luego sin perder esa sonrisa agregaban con la incongruencia propia de los adultos “Alfredo es Alfredo, un personaje único”, cosa que entendí a medias cuando finalmente logré ver algunos de sus programas de TV “La Música que Sacudió al Mundo”
Nunca hubiese imaginado (más allá de mis fantasías musicales a todo volumen para tormento de mis vecinos) que en poco menos de año y medio yo estaría al frente de los micrófonos de Arkangel y compartiendo con el gran Alfredo Escalante como un amigo más, sin embargo no por ello perdió el aire de misticismo que siempre le rodeo. ¡El gran Alfredo!, su eterna consigna “que las estrellas te guíen a un nuevo amanecer”, no había forma de no reírse con él por sus comentarios sobre la vida, sus anécdotas y sobretodo sus ocurrencias en tarima: “todos somos hongos” gritó durante un show en el Ice Center en Valencia (todavía nos seguimos preguntando que car… quiso decir), o cuando al final de un concierto mientras colocaban escaleras al cielo como música de ambiente comentó a través de los micrófonos “siempre hay una escalera al cielo, pero al fondo a la derecha está la salida” (se refería obviamente a la salida del recinto), o cuando comentaba en son de broma que se iba a cortar el cabello porque el chalequeo sobre su parecido con Santa Claus o el chunior ya lo tenía al borde.
A pesar de esto de esa manera “buena nota” de ser, Alfredo era un tipo con carácter y no dudaba a la hora de reclamarte educadamente si considerabas que habías excedido los límites “Joad, ¿Cómo es posible que me mandes un mail masivo sobre el lanzamiento del disco de tu nueva banda? ¿no podías llamarme y dármelo personalmente? ¿no somos amigos acaso?’” o aquel lapidario “Joad, seguir hablando del movimiento del rock nacional no tiene ya ningún sentido” y por supuesto algo que fue casi profético “yo creo que en algún momento vas a regresar a la banda, (Arkangel) todos regresamos”
Pudiera así seguir y seguir agregando anécdotas, más aún cuando hace unos días y con motivo de la participación en un documental sobre “el duende azul” pude tener en mis manos su famosa capa blanca y negra (la cual continua en mi casa por ahora), pero el espacio es corto y las palabras también se me ahogan, Alfredo Escalante “el duende azul” “el abuelo del rock” ese Alfredo partió ayer, camino de las estrellas, siguiendo su guía, dejándonos anonadados, sorprendidos y pensando en todo lo que los que hemos hecho vida dentro del rock en Venezuela le debemos a su irreverencia, a sus 40 años “haciendo daño” a una vida dedicada al rock y a pesar de estar conscientes de su legado, conscientes de que la cita con la dama de negro es inevitable para todos y que solo es otro paso de nuestro ciclo vital, a pesar de todo eso y de saber que siempre estará con nosotros es inevitable sentir una desazón y un enorme vacío mientras escuchamos su voz recitando “Estoy perdido, ¿Dónde estoy?, es el viaje, ¡usa tu mente! ¡Despierta!”.
Feliz viaje Alfredo
HASTA SIEMPRE, QUE LAS ESTRELLAS TE GUIEN HACIA UN ETERNO AMANECER
Joad Manuel Jiménez
Sub Director General