Un autor que se ha lucido en sus propias batallas independientes, cuando salta a las grandes ligas tiende a desbocarse, ya sea por los excesos que se permita o por las restricciones impuestas por los estudios. Eso es exactamente lo que no le pasa al director Robert Eggers con su nueva película The Northman. Eggers se mantiene en su línea no da pie atrás pero se nota su crecimiento.
El presupuesto aquí se pone al servicio de un estilo narrativo y unas rúbricas visuales de naturaleza ya curtida. Elementos que son pasto para la fertilidad de la filmografía de un director que solo se enaltece con cada paso que da. The Witch fue una sólida carta de presentación. The Lighthouse el perfeccionamiento de la identidad de su oficio con The Northman es el regocijo del artista, las formas atrapantes con que un hilo argumental más que examinado se vuelve atractivo nuevamente, en manos de un artesano que te tiene en la palma de su mano de principio a fin. Utilizando la cámara no como un alma en pena, sino como un espíritu comprometido con adentrarse en la mitología nórdica, se pasea por los escenarios entre cuerpos y objetos, paisajes y tripas, sangre y lujuria, amor y traición.
Los largos planos secuencia van elevando el tono de la situaciones, mientras Eggers permite que su actores hagan su trabajo hasta que les estruja sus emociones. Hay furia en Alexander Skarsgård, hay sorpresa y seducción en Anya Taylor-Joy, hay un explosivo desahogo en Nicole Kidman, todos en una danza macabra al calor del folklore escandinavo retumbante, en la que por momentos te acerca tanto a sus rostros, que llega a dar vergüenza la comprometedora posición del espectador husmeando entre tensiones ajenas.
¿Y cómo resuelve? Con caos al construir con un misticismo que te conquista en su fantasía y con esa interminable pasión que tiene Eggers por los rituales que parecieran antiguos, pero que siguen remitiendo al lado más despiadado del presente de la cultura humana. La película no solo logra esto mediante un cuidadoso diseño de producción que recrea de una forma muy detallista, las herramientas y el vestuario de la época. La búsqueda de una espada legendaria que solo se puede desenfundar de noche, las profecías y tradiciones paganas hacen que la realidad y los mitos se difuminen, el mundo duro y frío del norte de Europa se vuelve surreal y permite que hasta los dioses y valkirias hagan acto de presencia. Todo esto está acompañado de una banda sonora abrumadora y emocional que hace que la película se sienta como un ritual en sí misma.
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